viernes, 30 de mayo de 2008

Guerra de cocineros



Cómo está de calentita la cocina española estas últimas semanas. El polémico libro del cocinero Santi Santamaria, dónde critica duramente la forma de cocinar de algunos de los mejores chefs del país, ha creado un conflicto entre los maestros de los fogones.

La forma de entender la cocina entre ambos bandos dista muchísimo, es totalmente opuesta. Una es la mezcla entre ingredientes de calidad, los españoles, y tradición; los pucheros y sartenes de hierro de toda la vida. Mientras que en la segunda se practica una cocina experimental, con la misma calidad en los productos, pero con procesos propios de un laboratorio científico.

Es razonable que se cuestione la cocina que últimamente se viene dando entre los gurús gastronómicos con tanto tecnicismo: liofilización, deconstrucción; o ingredientes como glutamato monosódico o miticelulosa, que recuerdan más a la fórmula de aquellas famosas armas de destrucción masiva. La química está muy presente, y la originalidad ya no sólo está en los platos, sinó en la forma de cocinarlos. Esto puede crear un problema a los consumidores, como bien dice el chef catalán, por el miedo a degustar los extravagantes menús que se les presenta en este tipo de restaurantes.

No le falta razón a Santamaria cuando dice que los cocineros deberían especificar a sus clientes en todo momento los ingredientes que utilizan en sus recetas. A todo el mundo le gusta saber lo que se mete en el estómago.

Pero ese alegato a la transparencia de las altas cocinas pierde fuerza cuando el mismo promulgador, el hombre que desacredita al mundialmente reconocido Ferràn Adrià y otros compañeros que practican tan revolucionarios métodos, realmente es uno de ellos.

Vamos, que en su cocina también se cuelan la glicerina o la procema, aditivos criticados por él mismo, tal y como lo demuestra la publicación de una de sus recetas en la red, la cual tampoco ha dado ha conocer su propio creador.

Con las duras críticas a sus homónimos, el cocinero sólo ha conseguido un escandalóso debate que ha traspasado las fronteras y ha sido aprovechado por ingleses y franceses, celosos de nuestra nivel gastronómico, para arremeter con duras críticas, poniendo en duda e intentando ridiculizar a nuestros profesionales.

Mal camino ha tomado Santamaria, quién sólo ha conseguido la división de opiniones entre los fogones españoles. Nada más, pues ambas opciones son perfectamente compatibles en la gastronomía del país. Amplían el abanico de posibilidades a la hora de degustar manjares de los que no disponen los franceses ni, mucho menos, los ingleses, pues son exclusivos de nuestras tierras. Además, con la mezcla de ambos métodos culinarios se consigue consolidar el prestigio que nuestros cocineros, tradicionales o de era moderna, han conseguido por méritos propios.

Santi Santamaría debería apreciar la innovación que aportan sus compañeros al oficio y que tan gustosamente ha utilizado en alguna ocasión. Lo único que debe preocuparle a Santamaría es la forma de bajar los precios de los platos, porque ese si es el verdadero problema de la alta cocina.

martes, 27 de mayo de 2008

Resaca de Chiqui chiqui...


Ya terminó, después de semanas agotadoras con Chiqui chiqui hasta en la sopa, la edición más esperada del Festival de Eurovisión ya es historia. La conclusión es clara, Televisión Española ha sacado tajada del molesto "grano", que le salió hace ya unos meses, con una audiencia histórica, pues a pesar de la disconformidad del bueno de Uribarri, Chiquilicuatre aglutinó a más espectadores enfrente de sus pantallas de plasma que cualquier otro programa en directo realizado en los ya largos 50 años de la cadena nacional.

Y es que la conexión del peculiar farandulero de la productora el Terrat con el público español ha sido ferozmente aprovechada por los directivos de TVE, quiénes apostaron por la máxima "si no puedes con tu enemigo, únete a él". Cuando vislumbraron el tirón mediático del nuevo producto de Buenafuente y los suyos, sacaron cuentas y dejaron a Uribarri como único frente de batalla de Chiquilicuatre, para cubrirse totalmente las espaldas. Así, con una digna posición entre los primeros, se respaldaba al nuevo fenómeno televisivo, mientras que si el representante español fracasaba, como ha sido el caso, podían respaldarse con las críticas del gurú eurovisivo, el bueno de Uribarri.

El veterano presentador queda retratado como el malo de la historia, como la única persona que ha estado en contra del proyecto eurovisivo presentado en Belgrado desde el primer momento en que fue propuesta la canción. Ese es el problema del presentador, que está enamorado de Eurovisión, después de tantos años retrasmitiendo los éxitos y fracasos eurovisivos de los españoles, no se ha dado cuenta de que el formato está en plena decadencia.

Debería entender que tanto Eurovisión como el Chiquilicuatre tienen un futuro caduco.

En los tiempos que corren nadie se plantea que el concurso europeo sea un escaparate de nuevos talentos de la música, todo el que pisa sus escenarios tiene los días contados en el mundillo musical. Ninguno de los diez últimos españoles que han participado en el show europeo ha copado las listas de los discos más vendidos, como mucho han conocido el estrellato con alguna canción de verano, pinchada en todos los chiringuitos del país, nada más.

Debería entender que la cadena pública no se ha podido resistir a la tentanción de sacar el máximo de beneficios de lo que para ellos ha sido la nueva gallina de los huevos de oro de la productora de Buenafuente, antes de que se pierda en el olvido, como ya pasó con el antiguamente archiconocido "neng", al fin y al cabo la audiencia es lo que importa y con el Chiqui chiqui la tenían ganada.

Uribarri, que ya lleva unos años en esto de la tele, debería saber mejor que nadie que la Eurovisión del Lalala pasó a la historia, que ahora va por otros derroteros, que lo que cuenta no son ni futuros cantantes ni sus canciones, lo que cuenta es la audiencia y si para conseguirla hay que enviar a una manada de freaks, pues ningún problema, favor de más que le hacen al "europrograma".

lunes, 5 de mayo de 2008

Bagdad, zona turística.


Mucha gente criticó la masiva y violenta incursión, hace ya cinco años, de Estados Unidos en Irak. No gustó la prepotencia con la que se actuó en el despliegue de milicias contra el país árabe.

La llamada Operación Libertad Iraquí con la que los americanos, encabezados por Bush, afirmaban buscar y destruir las armas de destrucción masiva, así como eliminar del poder a todo el gobierno de Sadam Hussein, no convenció a muchos.

El mundo entero se opuso a las acciones tomadas por americanos junto a sus aliados. Se llenaron las principales calles de las capitales europeas, se iniciaron plataformas antiguerra. Todos reprochaban el sucio y único interés de los norteamericanos por apoderarse del petróleo iraquí.

Bien, todos estaban equivocados. La invasión de los yanquis no era un pretexto para apoderarse del oro negro que plaga las tierras del entonces dictador Hussein y los suyos, ni mucho menos. Otra cosa es que, una vez ocupado el territorio enemigo, se utilizasen unos cuantos litros, no hay que dejarlos perder.

El negocio del queroseno no es la ambición americana. Lo único que quieren es iniciar una serie de proyectos urbanísticos en la Zona Verde de Bagdad, nada importante, unos cuantos chalecitos, unos grandes almacenes y algún que otro campo de golf.

El lugar dónde Hussein tenía sus palacetes y lugares de ocio privado para él y sus amigos, ahora zona perfectamente controlada por los soldados americanos, es el terreno escogido por los inversores para reconvertirlo en un centro de ocio y descanso de alto "standing".

Once kilómetros de terreno dónde la gente de bien podrá disfrutar de unas maravillosas y confortables vacaciones en un lugar al que no le faltará ningún tipo de lujo.

Once kilómetros de ostentación que contrastarán con la pobreza real del resto de la capital y el país entero. Mientras unos reciben masajes, juegan tranquilamente al golf y comen exquisitos manjares; sólo a once kilómetros de allí, la gente en muchos casos se juega la vida por un trozo de pan que llevarse a la boca.

Mientras unos deciden qué ropas comprarse en los grandes almacenes, sólo a once kilómetros de allí habrá gente planificando colar algún terrorista suicida en esa zona verde para ajustar cuentas con los que aún llaman enemigos.

Cuesta entender cómo una sola persona que poseía todo el poder en Irak, no tuviese miramiento y emplease todas las riquezas del país para uso y disfrute personal sin tener en cuenta la hambruna y la pobreza de su pueblo.

Pero cuesta mucho más entender como el ambicioso proyecto de reconstrucción del país iraquí ha perdido fuerza ante el tirón urbanístico que se plantea en la zona. Cuesta entender que se inviertan millones de dólares para situar el ocio en una zona dónde los atentados o los tiroteos se cuentan a pares todos los dias, dónde la muerte campa a sus anchas por las deshechas calles apresando a inocentes hombres, mujeres y niños.

Cuesta entender que haya gente dispuesta a invertir ese capital para montar una especie de parque turístico y no destine ni un centavo para remediar un conflicto que cada día empeora mucho más.

Y es que mucho antes que hoteles de lujo, campos de golf, centros comerciales y demás, Irak necesita ayudas para paliar el hambre, formar a la gente, terminar con las guerrillas, los terroristas; construyendo centros de ocio no basta para reconstruir un país demolido por la tiranía de unos y los ambiciosos negocios de los otros.

Con proyectos como el de la Zona Verde, no hacen más que dar la razón a los que les criticaron cinco años atrás. Si no rectifican, no parecerá que vayan a por el petróleo, dará la impresión de que van a por todo.